Este era uno de mis lugares fijos para almorzar cuando trabajaba en el centro. Principalmente porque estaba casi frente a mi oficina, con buena comida y un tercer piso muy piola, lo que lo hace ideal para conversar relajadamente. Esta semana volvi y la cosa sigue casi intacta. Dentro de mis pedido tipicos está el Ají de Gallina, que lamentablemente esta vez estaba un poco escaso de sal, pero bueno igualmente. El lomo saltado es un hit y también el pollo relleno que es una excelente opción cuando uno está con mucha hambre. Además de eso, hay muchas opciones de ceviche, que según mis acompañantes, estaban de lujo y abundante. En el ámbito de los postres, la crema volteada la lleva totalmente y en cuanto a los bebestibles, el pisco sour es un must. Tal como decía en un principio, el mejor secreto de este restaurant es su último piso, mucho más amplio y tranquilo que el de abajo y con muy buena atención.