Este restaurante lo conocí en una mañana ociosa en la que le propuse a un amigo ir a dar una vuelta por El Palmar. Era hora de almorzar y como el resto de establecimientos nos parecía más «restaurantes» allí que nos encaminamos. Nuestra primera percepción fue errónea ya que al ir al servicio, descubrimos que dentro había una hermoso comedor. No recuerdo de qué era el bocadillo de mi amigo, pero el mío era de sepia con mahonesa y estaba espectacular. Para respetar las costumbres no escritas, aunque solo pedimos los bocadillos y la bebida, la amable camarera, nos puso un platito de olivas y otro con los tradicionales y pequeños cacahuetes valencianos tostados sin sal y con su cáscara. Café incluido, el almuerzo nos salió por cinco euros por cabeza. Ah, y una promesa, la de volver para degustar alguno de sus arroces