Artemisia

Esta bueno, la comida es muy sabrosa y los postres son muy ricos.
No voy seguido porque me parece muy caro, pagaría si la atención fuese mucho mejor y las mesas no estuviesen tan juntas.

La clave de esta colorida esquina de Palermo es acercarse los días de semana. Fui un sábado a almorzar con una amiga y, lejos de la paz que caracteriza a los restaurantes orgánicos y vegetarianos, me encontré con un local lleno y ruidoso; con mesas apretaditas y poco espacio para transitar. Pero como éramos sólo dos conseguimos rápidamente una mesita afuera. Apenas nos sentamos nos trajeron una panera con tres rodajas de distintos tipos de pan –agradezco que no hayan sido más porque no dejé ni las migas– donde abundaban los cereales y un cuenquito con un exquisito dip de zanahorias.
Elegimos uno de los platos del día, protagonizado por una hamburguesa de arroz yamaní con guacamole, dip de zanahoria, lechuga y pan de remolacha. Acompañaba una abundante cantidad de hojas verdes (reconocí remolacha por las nervaduras violetas) y papas asadas. Una delicia; sano y llenador. Pero el precio, saladito como el Mar Muerto.
Para beber pedimos agua pero la carta ofrecía también limonada, jugos y licuados de distintas frutas. Los platos son abundantes, hablo no sólo por el mío sino por los que observé en otras mesas. Y el lugar es hermoso, dan ganas de entrar y quedarse atrapada en la enredadera que cubre el frente. Fue un muy lindo descubrimiento, pero volveré de lunes a viernes y después de cobrar. Vale la pena conocerlo.

ARTEMISIA siempre me pareció un lugar muy cálido: está decorado de una manera especial y uno se siente como en su propia casa.
Previa reserva telefónica, fui a cenar un día miércoles con cinco amigas.
Mientras elegíamos qué comer, nos sirvieron (¡2 veces!) una gran variedad de panes caseros (blanco, negro, con semillas) y salcitas para acompañarlos. Una más rica que la otra.
De entrada pedimos una Tabla Latinoamericana para compartir, que cuenta con:
— Bastoncitos de polenta crocante con guacamole.
— Ceviche vegetal de champignones y zuchinis.
— Pastelitos de choclo con harina de maíz.
— Papitas crocantes con salsa criolla.
Resultó ser riquísima y muy abundante.
Hay otras tapas que incluyen aceitunas rebozadas en avena, mini ensalada de lentejas, champignones con queso al horno, ajos confitados en soja y azúcar, pinchos capresse y bruschetas de puerro y queso.
Como plato principal no hubo mucha variedad.
De las cinco, tres eligieron los Capelettis de muzarella y calabaza con salsa de espinacas, maíz y curry.
Los probé y me gustaron mucho.
Otra pidió Wok de arroz yamaní, brócoli, champignones, maíz, tomates confit y dip de zanahoria.
No llegué a probarlo porque mi plato era muy abundante.
Yo elegí los Ravioles de salmón sin masa, rellenos de champignon y verdeo, acompañados de timbal de arroz especiado, vegetales y ensalada verde.
Es un plato muy sabroso y enorme; no lo pude terminar. Eso sí: ¡el salmón me lo comí todo!
En cuanto a la bebida, elegimos un vino tinto (la carta es amplia) y varias jarras de limonada, con menta y jengibre.
Las otras opciones son: agua (con y sin gas) y cervezas (Corona y Heineken).
La única gaseosa que ofrecen es de pomelo.
Otros platos que se pueden encontrar en el menú: ensaladas, bruschetas, ravioles rellenos de brócoli, lasagna de polenta rellena de pimiento rojo asado, tomate y champignones, y pesca del día.
A la hora del postre sólo dos chicas pedimos para compartir: Tarta tibia de manzanas, con crocante de almendras y helado de crema americana.
Me pareció delicioso, pero resultó poco, porque luego todas quisieron probarlo. ¿Qué les costaba pedirse uno? Odio que la gente haga eso. Con el postre no se jode… ja!
Para terminar, es justo remarcar que la atención fue muy buena.
Por todo ésto, no veo las horas de volver.

Artemisa es un restaurant pequeño y con perfil bajo de Palermo, pero que supera en estilo y calidad a muchos de los más populares. De afuera parece más bien una casa antigua más (cuando no tiene mesas en la vereda, como en verano), pero adentro tiene unos salones sencillamente decorados que asemejan el living de una casona. Todo el lugar está decorado sencillo pero con muy buen gusto, y la música bajita crea un ambiente cálido que por momentos hace que te olvides que no estás en tu casa.
La carta no tiene mucha variedad pero sí es todo muy rico. Fui dos veces, y una pedí la ensalada vegetariana, y otra las pastas con salsa de hongos (no me acuerdo el nombre del plato, pero era básicamente eso). La panera para las pastas es perfecta, y sea lo que sea que pidas, la mejor opción es acompañarlo con uno de los tintos de su selección.
No aceptan tarjetas así que mejor ir con bastante efectivo, porque si bien no es particularmente caro, gastás una buena moneda.

Alejado del circuito más movido de Palermo, se encuentra Artemisa, un restaurant orgánico de lo más recomendable.
Si bien desde afuera te intimida un poco, una vez que entrás te sentís como en tu casa. Tenés que tocar timbre y te abre una moza que te consulta si tenés reserva o no, si no la tenés te busca una mesita.
El salón es grande, pintado de blanco con detalles de color en los cuadros, muebles y sillones. Las mesas tienen un florerito con flores frescas que le suman a la decoración y no interrumpen la vista y una velita con una fragancia suave.
La panera tiene lonjas de pan casero de diferentes sabores e intensidades, hay blanco y se van oscurenciendo a medida que suman más cereales. Viene con una cazuelita con una salsa bastante rica aunque muy condimentada, pero sirve a los fines de acompañar el pan y esperar la comida.
La carta es escueta pero variada, hay desde ensaladas hasta pastas secas o rellenas. Yo probé los ravioles de brócoli y queso de cabra con salsa crema de puerro y estaban espectaculares aunque el relleno era un poco fuerte.
En cuanto a bebidas, abundan los vinos y de todos los precios. Ofrecen además, jugos naturales muy ricos. Para los fanáticos de las gaseosas, lamento comentarles que no las venden y la opción es tomar agua.
No aceptan tarjetas de crédito y es recomendable ir con reserva.