Porta Sevilla

Una vez hasta soñé con el camarero. No pienses mal, que no van por ahí los tiros. O mejor, piensa mal, que esta vez sí se va a cumplir lo de que acertarás. El caso es que he estado varias veces, por circunstancias laborales, en la cafetería Portasevilla. Cada vez que me voy de allí pienso que lo mismo soy yo, que tengo algo en mis genes que me hace incompatible a este sitio.
Para intentar ser lo más imparcial posible, no emitiré juicios de valor y me limitaré a contar algunas anécdotas que me ocurrieron, todas ellas con el dueño del bar, un inquietante señor calvo, como protagonista.
Situación número uno. Me siento a desayunar por segunda vez en mi vida en el Portasevilla. La primera no había estado mal. El pan estaba bueno y lo de dentro también. Pido una entera. Cual es mi sorpresa que me sirven una entera de lo que podría llamarse «cocina creativa». Era, más bien, una enterita. Voy a reclamarle al señor camarero calvo y me comenta, con todo el gracejo del que es capaz (que es mucho), que es verdad, que es muy pequeña, pero que esa pieza en concreto le venía así, con lo que me la iba a cobrar como entera igualmente.
Situación número dos. Llego para tapear con mis compañeros de trabajo. Ellos se sientan y yo me levanto a buscar al señor camarero calvo para pedirle la especialidad de la casa, chicharrones. Le encuentro hablando muy animado con una mujer, al otro lado de la barra. Me mira. Le miro. Pasan unos segundos y se vuelve de nuevo para seguir riendo con la señorita. Permanezco inmóvil para no romper ese momento, creyendo que terminaría viniendo por sí solo. Pasan un par de minutos y nada. Le llamo y viene. «¿Por qué no me has llamado antes? No sabía que me ibas a pedir», dice, de nuevo con su gracejo.
Situación tres. Aparco enfrente del bar y, al dar marcha atrás, rozo (reitero lo de «rozo») el paragolpes del coche de atrás. Me voy a trabajar. Cuando salgo del trabajo veo al señor camarero calvo hablando con el dueño del susodicho coche de atrás. El barman me señala mientras me acerco a mi coche. Para mi sorpresa, le está explicando al otro conductor cómo impacté de manera brusca contra su carro.
Por cierto, el bar no está mal.

La primera vez que entré en la Cafetería Portasevilla era un día de lluvia, de esa que empieza sin avisar, por lo que no tuve mas remedio que entrar en el primer bar que encontrara para esperar a que escampara, y fue éste.
El sitio por dentro es pequeñito y super normal. Antes tenía un camarero que destacaba por su ausencia de simpatía, creo que ya no está, entiendo el porqué.
Portasevilla está bien para tomarte una cerveza, principalmente en la terraza (a no ser que esté lloviendo). La terraza tiene mesas y sillas para beber un poco mas relajado, pero también toneles de vino a modo de mesa, para consumir de pie. Aunque tiene tapas variadas, la especialidad de este local son los chicharrones, que para el que no lo sepa es la fritura de la piel del cerdo. En Sevilla hay muchos bares que te ponen esto, pero a mi el sabor y la textura no acaba de gustar, pero vaya que para el que le guste, este sitio está muy bien.