Tanatorio M30

Llegas a este tipo de negocios, les pones 4 estrellas, al lado aparece «¡Sí! Soy un admirador», y luego miras lo que es y no puedes evitar pensar qué tipo de persona es el que escribe esta reseña: yo soy ese tipo de persona.
El tanatorio de la M30 es, coincidencias de la vida (y la muerte), el que más he visitado y el que cada día más visito: cosas de la edad. He estado en otros porque en Madrid hay mucha población y uno solo no daría abasto, pero por alguna extraña razón no encuentro los demás tan confortables y/​o reconfortantes como este; probablemente sea por la familiaridad más que por otra cosa, que uno empieza a entrar ya por este como Pedro por su casa y cualquier día el camarero me llama por mi nombre. Por cierto que la cafetería, al igual que el resto de las instalaciones, abre 24 horas; sin embargo, los precios nocturnos son más caros que los diurnos, supongo que a causa de toda esa gente que no encuentra dónde ir tras la juerga alcohólica y termina aquí. Alguien debería escribir un libro sobre lo que nos pasa por la cabeza como sociedad.
Por cierto que yo tuve un familiar que también terminó aquí tras la juerga alcohólica, pero de otra manera. Y el bocadilllo de bonito está muy bueno, pero la cola es Pepsi y eso no me gusta.
Las salas están separadas en dos estancias perpendiculares con un tabique en la bisectriz para que queden ligeramente separadas. En una se expone al fallecido, convenientemente arreglado, y en la otra hay una mesa en la que sirven un catering que nunca he visto terminarse, no sé si porque es un poco flojo o porque las circunstancias no invitan; esta última también cuenta con un cuarto de baño. Los techos son abovedados y están pintados en estuco en tonos celestes y grises como si fuésemos ricos, lo que da una sensación bastante menos agobiante que otros tanatorios, pintados de verde oscuro y con techos bajos y opresivos. Y las grietas que muestran algunas de las escayolas son, posiblemente, una metáfora maravillosa del momento.
En cuanto a los servicios ofrecidos, aparte de los evidentes, incluyen cosas como hacer álbumes digitales con fotografías del fallecido, la venta de diamantes conmemorativos del suceso (esto es un gran WTF) o coronas de flores con la bandera constitucional (actual) o la republicana. El Capitalismo no deja de sorprenderme ni en los lugares más oscuros. Ah, también te dan un par de ejemplares de la revista «Adiós» (me hace gracia la contraposición titular con respecto a la revista «Hola»); la de este mes incluye el primer concurso nacional de cementerios, con premios en tres categorías diferentes.
Si en el pasado me llegan a decir que iba a escribir una reseña sobre un tanatorio hubiera pensado que el mundo estaba loco; sin embargo, aquí estoy: una vez más, he vuelto a pasarme Internet.