Esta mañana he acompañado a la madre de una amiga al dentista. Ella lleva unos veinte años yendo a esta consulta, y está contenta. Coincidiréis conmigo en que en este asunto de los dentistas, con tantas connotaciones negativas(«son caros», «me da miedo que me hagan daño», etc.), lo importante es encontrar uno que te inspire confianza, no te cause dolor(ni en la boca ni en el bolsillo) y te trate bien, de forma que las obligadas visitas que le hagamos nos pasen sin sentir. Mi amiga lo ha encontrado allí. «Es muy meticuloso», dice con respeto. Lo cierto es que he podido comprobar cómo tanto el dentista como el resto de su equipo tratan estupendamente bien a sus pacientes, con cariño y confianza, haciéndoles sentir cómodos. Mientras esperaba a mi amiga, en una sala de espera cómoda y limpia, no he podido evitar fijarme en el buen gusto a la hora de elegir los cuadros allí colgados. La variedad de estilos no desentonaba, pudiendo contemplar desde paisajes clásicos hasta obras impresionistas, pasando por el retrato de una mujer mayor con un brillo especial en la mirada, pintado en un estilo que hacía recordar a Julio Romero de Torres. Me ha llamado la atención especialmente una pintura de unas manos, muy bonita, con una dedicatoria especial: «Para Luis, por su buena mano. A. de Ignacio». Un cliente agradecido, sin duda… Y la mejor de las recomendaciones.