Teníamos que cenar antes de nuestra visita nocturna al Museo Dalí así que nos dimos una vuelta por Figueras. Teníamos antojo de italiano(bueno, de pizza italiana) y la verdad es que esta fue la única pizzeria que encontramos en el barrio donde se encuentra el Museo. Como tienen un par de mesas fueras vimos qué pinta tenían las pizzas y la verdad es que pintaban bien así que nos decidimos por sentarnos fuera. Marco pidió una pizza cuatro quesos que estaba de muerte y yo me pedí una que tenía rúcula, roast beef y cebolla caramelizada. La mía también estaba muy buena. La verdad es que aquí tienen buena relación calidad-precio y el dueño/chef es todo un personaje. Superorgulloso de sus pizzas, no se corta a la hora de aconsejarte. A nosotros nos vino bien, la verdad, porque si no habríamos pedido de más. ¡Ah y el dueño había ganado un concurso mundial de pizzas así que si estáis por Figueras y os apetece una, podéis hacer una paradita aquí.