Comuna

De entrada me llaman la atención los restaurantes que no están en ubicaciones que pudiéramos llamar típicas para el giro, y Comuna es uno de esos.
Ambiente: Un buen setup interior, aunque definitivamente su highlight (y creo que lo que mas valió la pena de toda la visita) es su patio y su terraza.
Bebida: Coctelería selecta interesante, y vino de la casa (solo se vende vino de sus bodegas, Rivero Gonzalez, de Parras). Pedimos un SC de diferentes uvas que cumplió muy bien.
Comida: Menú interesante (mexicano contemporáneo) con un sabor no tan fuera de lo común. La entrada de tortitas de milanesa sobresalió, lo demás –vegetales asados, chamorro, filete de puerco 55*-, cumplió. El pastel de chocolate sin harina también tiene lo suyo (porciones individuales, a diferencia de otros lugares)
Precios: Accesibles [ $ 300-​$ 350 /​por persona con entradas, platos fuertes, bebidas y postre ]

Podría decirse que por la comida y el vino debería darle 5 estrellas. Los platos aunque tradicionales, están preparados y presentados de manera única. He estado dos veces, pidiendo al centro y todo nos ha gustado. Es cocina mexicana contemporanea. El lugar es muy agradable y los vinos de excelente calidad. Recomiendo el reserva Shiraz de la casa.
La terraza tiene unos ventiladores que pueden ser molestos por el ruido, por eso la segunda vez que fuí pedí mesa adentro. Tiene una panadería y tienda de vinos.
Los precios son razonables. No muy elevados en comparación con la mayoría de los restaurantes más prestigiados de la ciudad. La cuenta salió en 500 pesos por persona sin muchas bebidas alcoholicas.
Podría decirse que mi única queja es el tamaño de las raciones, ya que como la mayoría de restaurantes de este tipo, son pequeñas.

Propuesta gastronómica de la chef Andrea Martínez, Comuna es un lugar de lo más acogedor para sentarse a una comida o cena de larga duración. El espacio está muy bien diseñado para agradar sin estar abarrocado en decoración. Es sencillo, bien iluminado, amplio y da la impresión de ser un lugar para una experiencia culinaria especial sin ser demasiado formal.
De su menú recomiendo las papas de aguacate, las tortitas de milanesa, los fideos de cebolla y las chimichangas que, al parecer, son las más populares.
Quizá el único pero que le pondría es que su única opción de vinos son los de la casa Rivero González. No me refiero a que sean una mala opción, simplemente que quienes gustan de vinos prefieren una variedad.

Por más oportunidades que le dimos a este lugar, nada más no se dejó ayudar.
El lugar está bonito, sin más, aunque con muchos detalles descuidados. Por ejemplo, la humedad en el techo, tache. De la comida, hay platillos muy buenos como los tacos de lengua o de chicharrón (aunque cada uno, no muy grande, te cueste 30 pesotes). Lo demás, bastante mediocre.
Lo que nos decepcionó más fue el servicio. Llegamos con reservación y nos pusieron en una mesa donde no cabíamos. Sugerimos que nos juntaran la mesa de al lado y primero nos dijeron que estaba reservada, luego ya la juntaron. Preguntaron múltiples veces por la orden que ya nos habían tomado, tardaron en traer los platillos y cometieron varios errores. El caldo tlalpeño venia con un pedazo de plástico. Los fideos secos carb-​free son puras tiras de cebolla guisados. El café, tibio. Pedimos leche caliente para el café dos veces, y nunca vino caliente. El pastel de tres leches es una versión pseudomolecular con pedazos de pan remojados en leche.
Lástima porque el lugar tiene potencial pero está tan lejos de alcanzarlo.

Hacen falta lugares como éste. Comida mexicana con un giro contemporáneo. El menú es amplio y tiene agradables sorpresas con giros en los platillos más comunes con ingredientes que le dan un sello personal.
Aguas de Jamaica y tamarindo con tepache.
De entrada papitas de aguacate y queso fresco con piquín y gorditas de maíz. Al centro el chamorro de res y las chimichangas de hongos. El vino fue la mejor elección: Scielo mezcla de tres uvas.
Para terminar, pastel de 3 leches y cachuate con sal. Una experiencia culinaria que tiene pocos competidores en la ciudad, a un precio nombrable. Directo a los favoritos.

Un concepto nuevo y único en San Pedro, para empezar el servicio es excelente, desde que cruzas la puerta te atienden con una amplia amabilidad y todos corren a ti cuando necesitas algo en la mesa.
El parking es muy pequeño, para una capacidad de 10 coches, en contra de las 60 personas que puede albergar el local.
Lo primero que ves al entrar son su panadería y chocolates, la concha sin ningún parecido a ninguna concha que has visto en la vida, a menos que esta se te haya caído y la aplasta un camión.
El vino rosado que pedimos, excelente! Temperatura ideal y perfecto para el clima que hacía, la terraza es simple y hermosa, es una buena manera de describirla.
De aquí en adelante, eviten la comida a toda costa. La idea de compartir es excelente, pero no se lleva bien a cabo. Las patatas bravas nada que ver con las típicas españolas, ni fritas y duras. Los camarones con la misma salsa que las papas y el mismo aderezo de ajo.
Los postres deplorables el pastel de chocolate insípido y la crema chantilly no tiene nada de chantilly, es crema y nuez. La presentación del chocolate envuelto en aluminio me dejo mucho que desear.
Ve y disfruta del vino, la compañía y el servicio. Es un gran concepto y un lugar hermoso, es triste que la comida este así.

Una nueva propuesta de la Chef Andrea Martínez en sociedad con la Bodega Rivero González que presenta una cocina auténtica en un ambiente relajado y muy agradable, acompañada de buen vino mexicano, para crear un excelente maridaje.
Mi sugerencia… Las tortitas de milanesa y SIN DUDA «el pastel de chocolate» es obligado, realmente sorprendente!
Quedamos encantandos con el servicio y con ganas de regresar muy pronto!
Felicidades por la propuesta y mucho éxito!