Me da un poco de pena pero no soy buena desprendiéndome de las cosas que aún sirven, no es que sea una acumuladora, no, no, pero si todavía sirve algo y tiene arreglo, busco la forma, aunque a veces no lo encuentro de forma inmediata, el punto es no darme por vencida. Eso es lo que me sucedió hace poco, la historia comienza en Cancún una noche que celebrábamos el cumple de una amiga, obvio, fue en zona hotelera, ya saben típico antro con barra libre para bailar toda la noche y cómo ahí sólo entras bien arreglada me puse«zapatillas», unas moradas, hermosas y baratas que me compré en DF. Todo iba bien hasta que mi tacón se rompió, ajá, creo que a todas las chicas nos ha sucedido, total decidí fingir que no pasó nada y terminé caminando con un pie apoyado y el otro en puntas, claro, no iba a quitármelo(podía suceder algo peor cómo cortarme con algún vidrio o ser pisada por una chica con tacón de aguja ¡ouch!) y para resumir, llegué a casa y guardé mis zapatos, esperando un día poder arreglarlos. Ese día ya fue, porque entre mis paseos para encontrar nuevos lugares para Unilocal vi un letrero hermoso: Reparación de Calzado. No lo dude y quedé con la señora en llevarlos a la brevedad, debo reconocer que es muy buena y súper amable, creo que ese día platicamos más de 30 minutos, en cómo ha cambiado todo, ahora es más sencillo tirar un zapato y comprar otro en lugar de llevarlo con los expertos, no sé ustedes pero yo pienso ir cada vez que lo necesite a su local, para reparar los que aún tengan esa opción y así también ayudar a que este tipo de trabajos no se pierdan.