Hamburguesas Hamburgo

La hamburguesa en este país adquiere una connotación muy particular con respecto al resto del mundo. Si no al resto del mundo, por lo menos respecto al estándar de hamburguesa impuesto por las grandes cadenas. Decir «hamburguesa» en un contexto internacional remite a pensar en un círculo de carne compactada y puesta entre dos mitades de bollo, con jitomate, lechuga, queso tipo americano y, con suerte, algo de tocino. But not in my homeland, baby. En México, la hamburguesa se ha reinventado y resignificado a sí misma, añadiendo y combinando cualquier cantidad de ingredientes propios de nuestra cultura.
Pues bien, las Hamburguesas Hamburgo son un claro ejemplo de lo que estoy hablando. Les tengo un amor y una preferencia (caray, ¡un respeto!) por encima de todas las demás. En parte porque las probé y las comía cuando apenas era yo un puberto. Pero también por la riqueza (la ricura) con que se preparan. Con asomarte tantito al calor de la plancha, puedes ver las bolas de carne molida (como albóndigas crudas) envueltas en tocino, que esperan ser amasadas, aplanadas y puestas sobre la parrilla para cocinarse. Dando un breve vistazo alrededor, te das cuenta de los ingredientes que están dispuestos ahí, listos para ser añadidos: cebolla, piña, queso Oaxaca y aguacate. ¡Aguacate! ¿Ven lo que les digo? Con esos ingredientes, uno piensa que va a acompañar unos molletes, o que se va a preparar guacamole y quesadillas, pero no. Son para la hamburguesa.
Tan sólo sostenerla produce satisfacción. Pero probarla, sentir el pan recién retirado de la parrilla, el queso derretido abrazando tu lengua, las notas del aguacate entre la carne y el tocino… Para qué les cuento, mejor vayan a probarlas.
Por cierto, también hay hot dogs.