De las últimas fondas que se abrieron en Villa de Cortés, Sal y Pimienta es un hecho convencional, en medio del aburrimiento de la rutina, para seres comunes. El lugar se ve limpio, la barra de la cocina te permite ver el despapaye que arman los cocineros y el tránsito desusado de las personas. Cuentan con un menú simple, ya sabes, consomé de pollo y otra sopa, arroz y pasta y de dos a tres platos fuertes; bastante frugales, casi no te sirven nada, ya que se jactan de preparar platillos«muy acá», pero para gente que sólo está acostumbrada a darle dos mordidas a su comida. Sí, son bien marros. El sabor no es nada fuera del otro mundo; para ser chefs, deberían meterle más carne al asador, por así decirlo. La verdad, da mucho qué desear, pero bueno, en medio del desierto de lo habitual, el hábito, las costumbres, se mantienen invisibles.