Calzada De Los Poetas

Mi padre es maestro de literatura. Lo recuerdo recitando versos de Octavio Paz y Jaime Sabines desde siempre. Sobre todo cuando yo era un niño y se esforzaba por contagiarme esa enfermedad llamada lenguaje. Entonces solía traerme a Chapultepec cada domingo. Luego de bordear el lago, tal vez visitar el castillo, invariablemente llegábamos a esta breve calzada. Entonces mi padre detenía sus pasos y me hablaba de los poetas que permanecían allí, quietos y solitarios. Su boca se llenaba de anécdotas sobre algún verso o sobre el lugar de origen de cada uno. Solía detenerse un poco más en los bustos de López Velarde y de Manuel Acuña, sus paisanos y recitar para mí, pero sobre todo para sí mismo, estrofas enteras del primer poema que llegaba a su memoria.
Uno de los lugares más bellos del Bosque de Chapultepec, la Calzada de los Poetas es un homenaje a la poesía mexicana. Ahí están Alfonso Reyes, Manuel José Othón, los estridentistas, Carlos Pellicer, Sor Juana, Fernández de Lizardi, Díaz Mirón y el melancólico Antonio Plaza. Cada uno me trae un recuerdo, un domingo distinto. Gracias a este lugar y a los cuentos de mi padre, los poetas fueron, cuando niño, mis únicos héroes, superhombres labrados en bronce capaces de crear mundos o destruirlos tan sólo con la magia de sus palabras y sus hechizos.