Mi esposa y yo habíamos visto que una amiga posteó unas fotos de aquí, y se nos antojó mucho la presentación así que pensamos visitarlo alguna vez. Un día, de visita mis padres, decidimos no hacer lo de siempre(pedir pizza en casa) y llevarlos a probar este lugar. El Bistró se compone de unas tres salas pequeñas. La decoración va con la promesa de comida artesanal pero, eso sí, algo elegante. El piso me encanta, como de barro. Nos trajeron la carta y tratamos de probar los diferentes tipos de hamburguesas: arrachera, pollo, portobello, molida. Las cuatro fueron traídas casi de inmediato(¡qué bien!). Las papas a la francesa sabían un poco a azúcar(lo que a todos nos fascinó). Creo que las hamburguesas son un poco altas, pero no hay problema con eso. Se notan ingredientes frescos aunque ninguna de ellas fue espectacular. Nos tocó un mesero atento que, sin embargo, nos dejó comer solitos en la sala, muy a gusto. En general, vi en el Bistró un espacio no tan caro, medio romántico, ideal para una ocasión especial pero no para comer a reventar.