«Y todos me miran», «No soy una señora», «Paloma negra» y «Como quién pierde una estrella» son las rolas más solicitadas en este canta bar. Propios y extraños quedan anonadados con la melodiosa voz de los asistentes cuando agarran el micrófono para cantar a despecho o con actitud de superstar. Una que otra desafinada pero nada que nuestros oídos no aguanten. Más allá de criticar el desangelado talento que tienen algunos de los que se animan a cantar, cabe decir que el ambiente de este karaōke está bueno. Es un lugar pequeño, la fachada está cubierta con periódicos y al interior hay mesas y bancos altos, una barra al fondo y muy poca gente lo ha descubierto, pues llega a lucir solitario. En el escenario, una de las paredes proyecta videos o pasan la letra de las canciones. Hay dos micrófonos, por si alguien quiere hacer coro al vocalista principal. Es ideal para ir con los amigos, tomar un trago y pasar un rato de excelente humor y risas en una tarde-noche. Lo malo es que se ubica dentro de una plaza que apenas se está habitando, cuando más gente se animaría entonces la fiesta es en grande.