Good!

La verdad es que si mi papá no me hubiera invitado, me sería bastante difícil ir a un lugar que se llamara así, principalmente por el tema del autobombo. Peero cuando mencionó que era el mismo chef de la clásica Casa Vieja de Chile España, no pude menos que entusiasmarme así que partimos.
El lugar está bien, clásico restaurante chileno, sin ínfulas de nada, bien honesto, bien casero. Siempre he pensado que lo que te pongan en la mesa da pistas de la onda del lugar, así que quedé fascinada con la panera con amasado y sopaipillas, además del trío perfecto: pasta de ajo, de ají y mantequilla.
Y vamos a los platos, me pedí un caldillo de congrio, que estaba bastante contundente, aunque debo decir que el congrio estaba medio pasadito de cocción, es tan fome cuando el congrio se pasa, su textura no refleja en lo más mínimo lo suave que es su carne cuando está en el punto perfecto. El caldo si estaba sabroso. A título personal, siempre preferiré que a éste tipo de preparación le pongan cilantro (o pastito, como le dicen mis abuelas) antes que ciboulette. Había también en la mesa un costillar con puré que estaba de maravillas, al igual que una cazuela de ave, que estaba sabrosa, aunque no dejo de manifestar las ganas de que esas cazuelas se hagan con pollo alimentado con granos de verdad más que con esos mini pollos raros que encontramos en el súper.
Dada la abundancia no nos dio para postre, pero siempre hay espacio para un bajativo de la casa, acá tenían los clásicos de ayer y hoy: manzanilla, araucano y menta.