Confitería Torres

es una pena la experiencia que me llevé, soy Chileno residente en California y traje a mi esposa y suegra americana a este lugar pk es uno de los más lindos en stgo centro. Sin embargo tuve que armar mi propia mesa sobre mesas sucias llenas de azúcar y hasta pelos, esperé y esperé que alguien se acercara sin embargo el manager (trabajo de mesero en California y este manager es el peor que he visto en mi vida) que me recibió y vio las condiciones de la mesa nunca envío a nadie a limpiarla hasta que yo le fui a reclamar por la suciedad en la que pretendían que comiera. y después de esto cuándo por fin alguien limpió nuestra mesa el manager jamás apareció a preguntarnos si ahora estábamos bien o a disculparse por su descuido. Por otra parte mi papá (quien es una persona que no le interesa la política) le preguntó el por qué Pinochet no estaba en la pared con los otros presidentes, el manager respondió «no colocamos asesinos ni dictadores» y lo que dice lo comparto y muchos lo harán dependiendo de que lado miramos las cosas, pero si voy a un lugar lleno de historia cómo las torres, esperaría una respuesta más apropiada cómo «no lo colocamos por no generar disputas ni recelos en nuestra clientela» y la forma que lo dijo… cómo sea creo que cómo se dice en Chile «el poncho le queda grande» al manager. Rescato el sabor de la comida y la atención de nuestro mesero que fue muy amable y se notó su esfuerzo por mejorar la experiencia

Fui por lo bello del lugar y porque pensaba que se especializaban en platos dulces. Pedí un jugo y un queque borracho, por favor jamás lo pidan, me arrepentí en cuanto lo probé, ya que básicamente se trata de trozos de queque en una copa llena de ron fuertísimo, sin ninguna otra gracia. Fue terrible. Quizás los demás platos son mejores, pero yo no vuelvo. Me atendió un Garzón y recibió mi cuenta una garzona que me dijo que siempre le aconsejaba a los comensales de no pedir el susodicho queque, qué ganas de que me hubiera atendido desde el principio.

Excelente lugar para ir a comer comida chilena y de la mejor calidad. Me encanta! Voy cada vez que puedo y tengo dinero jijiji

Todos sabemos que este lugar es un clásico. Todos hemos escuchado las historias de Allende, Frei Montalva y demases, Todos sabemos que aca Barros Luco comía filete con queso fundido en marraqueta y que por eso se inventó el sandwich. Algunos también sabemos que Piñera también quiso hacerse uno con nombre propio y es bastange bueno, pero más de New York que de Chile (pan de molde, salmón, rúcula, queso crema).
La cosa es que sí, es un lugar histórico, pero es mucho más que eso, es un lugar diferente al entorno. Es casi como un oasis al ruido de la calle, nunca está muy lleno, por lo que no es dificil encontrar mesa, especialmente porque la mayoría viene acá solo por un café.
De 10 veces, 11 va a ver a algún ministro o congresista.
El lugar está remodelado hace muy poco, por lo que se ve muy bien cuidado.
Los postres son espectaculares, sobretodo el Crème Brulee y la torta merengue lúcuma, pero si viene por primera vez, hágase un favor y pida un barros luco, bordea las 6 lucas y no es tan grande, pero para alguna vez, está más que bien.

El Torres es parte del patrimonio gastronómico del centro de Santiago.
Pasar sus puertas es entrar a una parte de la historia de la capital, ya que el ambiente está rodeado de grandes espejos biselados, madera y bronce, a la usanza antigua.
En ocasiones, tienen a un pianista amenizando la comida, lo que solo contribuye más a esta atmósfera de antaño.
Con respecto a la comida, he ido a almorzar bastantes veces allá y tienen métodos de preparación tradicionales, como cuando la abuela cocinaba una cena en la casa. Delicioso, rico, sin pretensiones modernas. Desde lo más simple, como un filete con panache de verduras para arriba, los platos son deliciosos.
No esperen algo light, pero de que es delicioso, es delicioso.
Si, es un lugar al que hay que ir con tiempo para disfrutar. La atención no es la más expedita, pero es correcta y tremendamente amable. Además, los pisco sours son bastante buenos.
Si aún no han ido, vale la pena ir a conocerlo.

En pleno centro de Santiago, en un edificio con historia (Palacio Íñiguez) encontramos un local con historia. Confitería Torres es uno de esos lugares que no sólo ha visto pasar la historia de nuestro país, sino que además ha formado parte de ella.
Presidentes, senadores, políticos de distinta índole, personajes del espectáculo criollo, intelectuales de nuestro país han cruzado su puerta para disfrutar de sus delicias. No por nada aquí fue donde nació el tan popular sándwich «Barros Luco», ya que fue el mismo ex presidente Ramón Barros Luco el que pedía un sándwich de carne con queso caliente.
Con una amplia carta, su especialidad es la cocina chilena con tradición. Aquí puede encontrar desde un buen plato de cazuela, hasta un contundente sándwich. Pero como no sólo es restaurant, una buena idea es ir a la hora del té y disfrutar de su repostería.
Si quiere visitar la Confitería Torres, vaya con un poco más de tiempo de lo habitual, pero no porque el servicio sea lento o pueda tener un problema con su plato, sino que para darse el lujo de admirar la maravillosa arquitectura del palacio donde se encuentra uno de los restaurants con me historia de nuestro país.

Este lugar es una belleza de historia, además de los ricos cafés que sirven.
Hace algunos años no sabíà la importancia de la confitería, hasta que trabajando en el sector en una radio pequeñà la gente que trabajaba conmigo me contó algo del lugar. Intrigada después de tanto relato tenía que si o si conocerlo, así que pasé después del trabajo por un café.
Me impresionó su belleza, aquí los años se detuvieron por completo, da la impresión que cruzaran la puerta los políticos de antaño para discutir detalles del país acompañados de un café. Este lugar por historia, por sus pasteles, sus deliciosos café y por sobretodo una tremenda atención es absolutamente recomendable!

Era um dia severo de inverno e eu caminhava com uma amiga da universidade pelo centro depois de uns compromissos, quando decidimos dar um descanso pros pés e pras mãos geladas e entrar no primeiro café que nos parecesse acolhedor. Topamos com a Confitería Torres, que não conhecíamos ainda, e entramos sem saber que esse era um edifício patrimonial, o restaurante mais antigo do Chile (data de 1879), e com um longo histórico de visitas ilustres — mas nos demos conta. Tanto a fachada como o interior do prédio são muito lindos. Logo veio um garçon muito amável pra atender a gente, e, como estávamos há pouco tempo no Chile, nos explicava com paciência de que se tratavam os pratos que não conhecíamos.
Decidimos pedir o que nos soava mais estranho no cardápio: «Picarones con chancaca.» E dois cafés. Os cafés estavam bastante decentes, os picarones, deliciosos. São rosquinhas feitas com abóbora e banhadas em chancaca, que é como o nosso «melado» brasileiro. Perfeito pra um dia de inverno. Fiquei lá lembrando das rosquinhas fritas de vovó e minha amiga com não sei que lembranças mexicanas. Mas, sim, era como uma guloseima de vó, caseira e reconfortante.

Todo un clásico, la Confitería Torres ha mantenido desde sus inicios su gran reputación, la que se sostiene firmemente hasta hoy, y no sólo por el sabor de sus platos y postres, sino también por la estabilidad de sus empleados, ya que son varios los que llevan muchos, pero muchos años trabajando ahí.
El local tiene una decoración clásica, y si bien, se hace llamar confitería, también puedes ir a almorzar. Eso sí, trata de llegar temprano, la última vez que fuimos, hace aproximadamente un mes, tuvimos que esperar media hora por una mesa, quizás hubiese sido más si no nos reconoce el garzón que siempre nos atiende, ya que fue él el quien hizo una maniobra mágica en ese momento para poder darnos un espacio para poder almorzar.
Lo mejor es el Barros Luco, el strudel de manzana y el crême brulê.
Lo peor, al menos así fue la última vez que fui, las machas a la parmesana, y con lo que me encantan, pero en esa ocasión era sumamente pequeñas, con el queso seco y algunas unidades menos en co

Ubicado en medio de la ciudad, casi escondido, se encuentra la Confitería Torres, la que data del año 1879 y que en ese entonces ya era un clásico lugar para ir a conversar y tomarse algunas cositas con malicia, según el tata (el mesero que debe tener la misma cantidad de años que el local) en esas mesas, al ritmo de la cantante de moda y el piano, y sin tanto papeleo de por medio, se tomo parte en los conflictos sociales más importantes de Chile, yo no puedo dar fe de eso, pero si puedo dar fe que entrando te vas a sentir como Joaquín Edwards Bello y que la Crème brûlée es lo más rico del local (La limonada, ni una maravilla, mejor pídase un té). Este no es un lugar para ir apurado, disfrute y ojala lo atienda el tata.