Casa de los Diez

Un día veníamos con unos amigos de un carrete a alguna hora de la madrugada, cuando pasamos por acá. Y nos detuvimos y de puro curiosos nos metimos para adentro y resultó que mis amigos habían sido compañeros de los actuales dueños. Nos mostraron algunos de los cortinajes que no se habían ido de remate, entre el patio y los salones que daban cierta idea de lo increble que había sido el edificio en su momento.
La casa de los diez, era el lugar donde se reunían artistas de la época. Escritores, poetas, arquitectos y músicos, lograron reunirse durante años en esta casa y darle un sello imborrable con los años. También tuvieron una revista que se publicó por última vez en el año 1917.

La casa de los Diez es la viva muestra de qué es lo pasa cuando un grupo de artistas multidisciplinarios se junta a construir la sede de sus desvaríos. Aunque la casa ya había sido edificada por un millonario ferretero, ésta fue adquirida por Fernando Tupper Tocornal, quién la puso a disposición de sus amigos artistas ashí.
De esa manera fue como iniciaron sus reuniones uno de los grupos más famosos dentro de la escena cultural de nuestro país: escritores como Manuel Magallanes, Ernesto A. Guzmán, Alberto García Guerrero, Armando Donoso, Alberto Ried y Agusto D´Halmar; Los pintores Julio Ortiz de Zárate, y Juan Francisco González; Los músicos Alfonso Leng y Acario Cotapos; El arquitecto Julio Bertrand; y el precursor del piño, Pedro Prado, quiero fuera arquitecto, Pintor y Poeta, se reunieron es esta casa más que a compartir un vinacho.
Fueron las ansias que éstos tenían de romper los moldes con los que se venían practicando sus respectivas disciplinas, las que quedaron marcadas, materialmente, en el aspecto de la casa y sus construcciones interiores. Famoso es el pórtico, hecho con piedras del cerro San Cristóbal, en donde se dejan ver los símbolos tras la hermandad de los décimos (la paloma y el chivo), las rejas de fierro forjado o la imponente puerta de cedro.
Cuento aparte es la torre de cerca de 20 metros a la que subían cuando querían obtener una vista panorámica de la ciudad o los nueve capiteles románicos que Alberto Ried hizo en honor a sus compañeros de grupo. Hasta el día de hoy se mantiene resistiendo el paso del tiempo en la esquina de Santa Rosa con Tarapacá y, salvo por algunos indeseables graffitis, se mantiene bastante bien.