Casi terminando la primavera del 2009 recorría jardines de infantes y guarderías, buscando un lugar especial donde dejar a mi bebé de unos pocos meses durante mis horas de trabajo. Les juro que me sentía en misión imposible: necesitaba de corazón un espacio amoroso, bello y, dato no menor, que no me salga un ojo de la cara. Visité varios, de los cuales salí con un nudo en el estómago, otro en la garganta y el corazón con agujeritos. Todo junto. Madre primeriza, con las hormonas aún revolucionadas por el puerperio. Hasta que, no recuerdo bien cómo fue, llegué a Capullito y sentí que podía dejar a mi hijo ahí. No era poca cosa! Me recibió Lisa, la directora, que supo transmitir ese mix entre dulzura, responsabilidad, autoridad y calidez, que luego pude ver en acción a lo largo de los años que fuimos parte de la comunidad de ese jardín. Funciona en una casa antigua, bien mantenida, amplia, con pinturas, dibujos y fotos de sus«capullitos»!. Espacios agradables, bien acondicionados para las distintas edades y si bien no cuenta con verde, tiene una gran galería cubierta y patio. Las seños son amorosas y al finalizar cada jornada te pasan el parte completo, hasta el mínimo detalle. Y el dato más importante: mi hijo entraba al jardín con la tranquilidad de quien entra a un lugar donde la pasa bien. De hecho, hoy que ya es más grande y va al colegio, cuando pasamos cerca de Capullito lo recuerda con alegría. Lo recomiendo!