El Frontón de las Cuatro Plazas

Más viejo que la injusticia, el frontón da esparcimiento a los muchachones del barrio. Jugar al frontón es divertidísimo, de chica he jugado algunas veces, e invito a cualquier lectora a que se haga una escapada, con una buena paleta criolla –creo que es la indicada, quizás me equivoco– para pasar una mañana o una tarde de adrenalina y pérdida de calorías.
Eso sí, cada vez que miro hacia el fondo de la plaza, hay varios jugadores, y varios esperando jugar. Junto al frontón hay una fuente, y en ella se sientan los simpatizantes del aire puro y del humo verde, a tomar el sol al son del tac, tac, paf, de los deportistas.
Otro dato del frontón, es que sus paredes son aprovechadas para el arte callejero. Desde el suelo y hasta los dos o tres metros de alto, todas las paredes están dibujadas. Esto crea un clima ideal para pelotear.
Y los murales del frontón me traen a la memoria un lindo recuerdo de la escuela primaria, cuando me formé parte del equipo que pintaría un bello mural en estas resonantes paredes. Me acuerdo del motivo: niños acostados en el césped, con la cabeza entre las manos, soñando con un mundo mejor. Duró bastante, hasta que los pelotazos lo fueron deshaciendo.