Bunker

Hace doscientos años, cuando era joven y no vivía en Córdoba, vine a la ciudad a visitar a mi hermana y me llevó a este lugar. Yo en ese momento quedé MARAVILLADA con la forma que tenía. Todo de madera, paredes inclinadas, vidrios de colores y esos asientos que son sillones que están espalda con espalda. Un Búnker, si. Comimos unos lomitos ricos que aún hoy mi organismo está intentando digerir y sacar de mis caderas. Pasa que, aunque rico, todo ahí parecía ser MUY FRITO. Como que metieran el lomito entero en aceite hirviendo.
Cuando me vine a vivir a Córdoba pregunté por este lugar y cuando dije Búnker me dijeron que eso era un bar de strippers, así que nunca más lo encontré. Pensé «capaz bloqueé que mi hermana me llevó a un bar de strippers» y me olvidé. Hasta que ayer iba caminando y una nube de olor a frito llamó mi atención. Giré la cabeza y ahí vi que SI EXISTÍA Y NO ERA UN BAR DE STRIPPERS. ¡Mi hermana no estaba loca y yo tampoco! El lugar sigue igual y me encantó eso. ¿El olor? También sigue igual. No entré porque no quería perfumarme con aceite, pero tenían los precios en un papel y estaban bien, tal vez un poco caros para un lugar en el que sentís que te vas a quedar pegado en la silla como si te estuvieras sentando en una freidora sucia. Sanguches y lomitos es lo que alcancé a ver.
El diseño es tan original que te dan ganas de entrar, tal vez iría sólo para recordar y sacar fotos, pero el olor te empuja a irte. No exagero. Es como nadar en aceite usado. Supongo que si querés probar podés ir con una ducha portátil y bañarte al salir.

A este tipo de lugares me gusta decirle sucuchones, no es despectivos, si no que un sucuchon es un local no muy grande medio escondido. Bueno Bunker es algo así, quizás por eso también su nombre, recordemos que el bunker es una especie de construcción que hacen los soldados para poder esconderse o protegerse.
La decoración del lugar fue lo que me llamo la atención y lo que me convenciera a entrar, es como un viejo barco, está rodeado por ventanitas de colores y tiene unas mesitas de madera, que fuera de joda d la sensación de estar dentro de un botecito. El lugar es tranquilo, no mentira, es un lio sobre todo al mediodía, se llena. Lo atienden dos viejitas, supongo que son las dueñas. Una cocina y otra atienden la caja y sirve la comida. La viejita que cocina lo más probable es que te haga acordar a tu abuela, y es raro ver a na abuela en este tipo de local que vendría a ser como una comida rápido pero semi casera.
Los platos que mas salen son las hamburguesas y lomos, la última vez que fui no tenían milanga, así que ojota si tenes ganas de comer un chegusan de milanga. Anda al seguro y pedite el lomo más grande de todos.