Lilith Libros

Me encanta esta librería porque aun cuando pase y no entre veo los carteles en donde ponen un menú del día (por ejemplo, Crimen y castigo de primer plato; Terapia de postre) y me alegran el día.
Es cierto que no tienen literatura «comercial» si es que esa etiqueta tiene algún sentido (para mí no lo tiene si sirve como etiqueta negativa) y eso puede ser un problema si te querés llevar un best seller para leer en la playa. Sin embargo, los que atienden son buena onda y seguramente te puedan recomendar libros llevaderos no-​comerciales.
Por otra parte es una librería que tiene bastante de ensayo, lo cual puede ser útil si querés hacerte el sofisticado en alguna fiesta donde ninguno sepa los nombres de los autores y se sorprendan cuando tires algún nombre francés; ahora bien, si la gente se sabe los nombres, mejor no te pongas a hablar, estás en una fiesta, nabo. Recomiendo hablar de los ensayos en una café o en Lilith (que los chicos se copan).

Suelo ir a esta parte de la ciudad específicamente por esta librería. A diferencia de las grandes cadenas de librerías que venden lo mismo, en las mismas ediciones y con el mismo poco entusiasmo por sus productos, Lilith es la versión artesanal de la hermosa costumbre de ir a la librería.
No es el lugar ideal para buscar un bestseller o comprar el último de 50 Sombras de Grey (y por eso me gusta más), sino que vas a buscar alguna extrañeza, algo nuevo, y/​o algo distinto. El dueño siempre está en la tienda y es muy canchero a la hora de recomendarte algo acorde a tus gustos.
Creo que esta librería es el último bastión de resistencia de los que gustamos de ir a un lugar a perdernos entre libros nuevos y viejos, todos diferentes y cada uno con su propia voz. En una era en la que todo es en serie y homogénero, encontrar un lugar ‘distinto’ es muy reconfortante.

Amo las librerías, en una época me quedaba horas revolviendo los estantes y leyendo primeras páginas de cualquier cosa. Ahora que tengo kindle lo que más extraño es eso: entrar a una librería, quedarme un rato, y terminar llevándome algo. Pero como ya casi no compro libros, esa hermosa costumbre quedó atrás. Hasta que conocí Lilith.
A diferencia de las grandes cadenas de librerías, el que atiende en Lilith es el dueño, un tipo de pelo largo con rulitos y lentes que es fanático de su oficio y sabe mucho. Se llama Néstor, y le encanta charlar de literatura y recomendar lo que le gusta. Es un poco talibán: de hecho, se niega a vender libros de Nik o de Dan Brown porque no le gustan. Lo bancamos en esa.
Como detalle simpático, afuera siempre pone una pizarra con el «menú del día». Puede poner como entrada Absalón Absalón, de William Faulkner y de plato principal El mapa y el territorio, de Houellebecq. Pequeños detalles simpáticos que demuestran que Lilith es una pequeña joya en el barrio.
Si quieren buscar best sellers, quizás no sea el lugar. Pero si necesitan alguna rareza o solamente recorrer estantes curioseando y charlando de literatura, es el lugar indicado. Por mi parte, es el único lugar donde encontré todos los tomos (y no sólo los primeros) de la edición de Losada de En busca del tiempo perdido, traducida por Estela Canto.