Llegué a este pequeña boutique escondida después de preguntar a varias personas dónde conseguir cacao amargo bueno un sábado a la tarde(tenía que hacer una torta para el día siguiente). La entrada está un poco oculta, en una calle cortada por las vías del tren, por lo que es difícil dar con el lugar de casualidad. Es un local chiquito, muy tranquilo, con dos personas que atienden/están en la cocina. Pregunté por el cacao amargo que estaba buscando, y mientras esperaba para pagar eché un vistazo a lo que venden: bombones, cacao de todos los tipos, tabletas de chocolate, trufas, todos con granos de diferentes variedades y origen. También ofrecen macarons, cookies y muffins, y además en la sucursal de Seguí 3551 tienen mesitas y opciones saladas.